Comunicar es un acto afectivo
- glolacurandera
- 20 mar
- 4 Min. de lectura
Comunicar va más allá de hacer una presentación atractiva, de no dormir a tu público, de exponer todas tus ideas con precisión… no usar muletillas, no sentir nervios o ser la oradora o el orador más perfecto que jamás haya existido en la tierra.

Comunicar se debería tratar sobre cuánto conectamos con la otra persona… sea que yo esté hablando de energía nuclear, de lo cansada que nos sentimos, de bacterias y hongos, de la inseguridad ciudadana o de despedir a alguien de un empleo, el clima y la lluvia, lo doloroso de no saber quien soy, lo caro de las papas…
Sí, comunicar implica cuánto conectamos con las otras personas en diferentes contextos: el trabajo, la comunidad, el país, la familia de origen y la familia creada, la casa de una amiga, una cena de los amistades de mi pareja, una clase o cualquier lugar sagrado.
Por tanto, comunicar es un acto afectivo de intercambio de ideas, sentires, pasiones, soluciones, argumentos… pero subrayo que es un acto afectivo… eso no interesa si es un evento corporativo, académico, laboral, comunitario o personal.
Nadie entra a la comunicación sin su ser emocional, por lo tanto nadie (por más que parezca controlado o controlada… excepto ciertas personalidades muy específicas) NADIE comunica sin sentir.
Wikcionario dice que comunicar es “Dar a conocer o hacer saber algo a alguien a través de actos, gestos o palabras. Dialogar, intercambiar información, tratar con otros a través de algún lenguaje. Enviar señales empleando un código compartido entre emisor y receptor”, mientras que el diccionario de la Real Academia (RAE) sostiene que comunicar es “un verbo transitivo con dos acepciones1. Hacer a una persona partícipe de lo que se tiene y 2. Descubrir, manifestar o hacer saber a alguien algo”. Le hemos quitado la parte afectiva a la comunicación y de ahí nace el meollo en el que estamos hoy.
Si negamos las emociones al comunicar y creemos que la comunicación se ejerce desde y hacia lugares neutrales, estamos cortando la cabeza al jinete…. es decir, nos vamos a desbocar… porque no hablamos desde lo neutral y quien lo recibe tampoco está ni es neutral.
Nuestro primer acuerdo es entonces que, cuando hablamos de comunicación también hablamos de afectos. Por supuesto, esta ciencia no es exacta… En la comunicación intervienen no solo los conocidos componentes: persona emisora, persona receptora, mensaje, código, canal, contexto, referente o lo que evoca el mensaje… todos estos componentes viajan en muchas direcciones, es decir, siempre están en interacción.
Lo que quiero decir es que COMUNICARSE asertivamente siempre es un acto que requiere toda nuestra atención, o al menos así debería ser en los contextos simples y cotidianos como en contextos complejos, fortuitos y ocasionales.
Pongamos varios ejemplos:
a- Comunicarle a una persona que será despedida de su trabajo.
b- Comunicarle al jefe circunstancias de acoso sexual en el ambiente de trabajo.
c- Comunicar a nuestras amigas que nos diagnosticaron una enfermedad grave.
d- Comunicarle a un niño o niña que su hermano o hermana falleció.
En todos los ejemplos anteriores y otros de su especie, nuestros conocimientos sobre la comunicación asertiva podrían quedarse cortos… porque estos momentos humanos no solo requieren de habilidades técnicas sobre el manejo de la voz, la mirada, la postura o la entonación. Estos momentos requieren que nosotras y nosotros nos lancemos al mar de la humanidad compartida… y en este mar conozcamos el flotador de la compasión.

La comunicación compasiva es aquella que nos permite escuchar, atender e intercambiar mensajes, informaciones y sentires complejos sobre eventos particulares de la realidad. Nos permite conectarnos con la vulnerabilidad de aquel ser humano que tenemos enfrente sin derrumbarnos, sin desfallecer.
La comunicación compasiva se entrena antes de estar frente a la otra persona. Porque primero tenemos que estar fuertes nosotras y nosotros para permitirnos estar para otro/otra. Entonces la comunicación compasiva nos invita a mirarnos adentro y ver el sufrimiento propio, sin negarlo o enmascararlo... Decirnos: "yo también he perdido trabajos, personas y cosas".
Ante el dolor siempre puedo elegir ser amable conmigo mismo, con toda la gentileza necesaria del momento, sin juzgar, sin resolver de golpe… solo estar… solo atravesar ese dolor. Y finalmente, reconocer el sufrimiento como parte de la experiencia humana. ¡Sufro porque soy un ser humano!.
¿Y cómo me ayuda esto cuando le tengo que decir a un niño que su mamá murió, consolar a alguien en duelo o despedir a alguien de su trabajo sabiendo que lo necesita?
Con los mismos elementos: puedo ver el sufrimiento de la otra persona y no lo niego, ni oculto el dolor… seré todo lo amable y gentil con este momento de vulnerabilidad… no le juzgaré ni pretenderé solucionar nada… sé que todos los seres humanos nos dolemos y sufrimos.
Puedo estar para esa persona a través de una escucha profunda, plena y presente, con palabras justas, precisas y elocuentes (no más y no menos de lo que se necesita). Puedo compartir mi humanidad con ese otro o esa otra que tengo enfrente y está vulnerable. Finalmente, todas y todos sabemos algo del dolor.
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